Soy una mujer fuerte, porque tuve que enfrentar muchos desafíos en esta vida. Tuve que ponerme diferentes disfraces como herramientas para sobrevivir algunas circunstancias. A veces esos disfraces fueron emocionales y a veces físicos. Me puse el disfraz de histérica, de amargada, de payasa, el disfraz de kilos, el disfraz del descuido físico.
No soy fuerte por puro gusto. Soy fuerte porque el único disfraz que nunca acepté ponerme fue el de víctima. Y por eso aprendí a no ceder con potenciales victimarios. Porque aprendí y crecí.
Ser fuerte significa que muchas veces la gente crea que puedo con todo, y eso no es cierto. Me siento superada mil veces en un mismo día. Pero tengo absoluta certeza de que esa sensación durará un instante, y al siguiente estoy planificando como salir, como superar y seguir dando batalla. Soy fuerte porque creo en mí y en mi capacidad de seguir caminando durante las tormentas.
Ser fuerte no es dejar de llorar o volverse insensible. Ser fuerte es desarrollar la capacidad de caerse una vez al día y levantarse dos. Es decidir que la vida vale la pena y que tengo dentro mío todo lo que necesito para vivirla bien, a mi manera. Ser fuerte es no permitirse ser invisible.
Muchas veces pagué un precio alto por ser fuerte, por no ceder, por no dejarme atropellar, pero es sólo porque las veces que bajé los brazos, no me gustó la alternativa. Si yo no lucho por mí (incluye mi persona, mis sentimientos, mi hijo, mi familia, mis amigos, mi entorno, mi trabajo) ¿a quién delego esa tarea? Por supuesto que hay alternativa. Pero desde mi punto de vista, la alternativa es poner esa carga sobre hombros ajenos. Y yo no soy así.
A las mujeres fuertes muchas veces nos tienen miedo. Hay un montón de adjetivos para calificarnos, o mejor dicho descalificarnos. Antes me podía molestar, hoy sé que si alguien necesita descalificarme por ser fuerte, quizás lo que realmente necesita es reafirmarse ante sus propios ojos (¿debilidad?). Esa descalificación habla de la otra persona, no de mí.
Las mujeres fuertes aceptamos críticas, sabemos equivocarnos y sabemos que es parte del proceso de crecer. Sabemos empezar de nuevo mil veces. Sabemos ayudar, somos generosas con nuestro tiempo y nuestra alma, sufrimos, sentimos igual que todos. Somos fuertes también para amar. Somos fuertes porque tomamos decisiones y nos hacemos cargo, y eso está bien. No somos una amenaza, somos compañeras de calidad. Sabemos estirar el carro a la par. Pero no nos gusta que se sienten a mirar como estiramos el carro. Queremos reciprocidad en el camino. Queremos respeto, no miedo.
Prefiero escuchar un no, a esperar sentada que pase una oportunidad. Soy valiente para hacer y para asumir las consecuencias de lo que hago. Soy valiente para no dejarme etiquetar. Y para seguir aprendiendo en todo lo que me resta vivir.
texto de : Monica masulli
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